22.9.10

silencio tóxico

El lenguaje está cargado de sabiduría. Muchas veces decimos, sin tener conciencia de lo que realmente estamos diciendo: “Lo voy a matar con la indiferencia” o “Matalo con la indiferencia”. Por supuesto, no hablamos en un sentido literal, sino figurado, pero al hacerlo expresamos, sin saberlo, que la indiferencia tiene capacidad de “matar”, es decir, revelamos su capacidad de agresión silenciosa capaz de herir profundamente. A menudo creemos que ser indiferente es una actitud pasiva que consiste en no hacer una acción, por ejemplo, no elogiar a nuestra pareja, no compartir sus inquietudes y problemas, no manifestarle nuestro amor… Sin embargo, la indiferencia no consiste sólo en dejar de hacer algo. Consiste en dañar mediante la supresión de nuestra intervención allí donde nuestra intervención sería esperable. Todos esperamos algo del otro y el otro también espera algo de nosotros. Cuando esa espera se ve frustrada, la relación se resiente. Por ejemplo, hacer aquello que se sabe que al otro le molesta, desoír sus reclamos, son actitudes que pueden también encuadrarse dentro de la indiferencia porque tienen como rasgo en común la indiferencia ante las demandas o expectativas del otro.

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